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Plan de Reactivación Económica 2020

El documento fue enviado por un contacto de otro contacto (26/04/2020).

El plan diseñado por el Ministerio de Economía y el Ministerio de Salud no solo no incluye al sector sanitario ni público ni privado, sino que incluye espacios del sector cultural, adjudicándolos al subsector turismo. El sector cultural como tal, con su nombre, no existe para el Estado.


Informe de situación, pág. 3
FASE 3, julio 2020, Servicios/Turismo [...] Centros de entretenimiento y atractivos turísticos (capacidad limitada).
FASE 4, agosto 2020, Servicios/Turismo [...] Entretenimiento [...] Centros de entretenimiento, Atractivos turísticos, Convenciones, ferias, reuniones.

En la página 4, referida a “mayo 2020”, se puede leer:
Servicios/Turismo
Transporte turístico para actividades esenciales.

¿Cuál es el transporte turístico para actividades esenciales?

En principio, por enésima vez se confirma, en blanco y negro, lo que siempre hemos sido para el Estado, a pesar de tener una cartera de Cultura (al parecer, por cumplir con nuestra participación en la ONU - PIDESC): solo una ínfima parte de cada una de nuestras áreas de desarrollo --artes, patrimonio e interculturalidad-- es visible en calidad espacial, y solo como parte del subsector Turismo, como si el nuestro se redujera a insumos que explotar sin considerar acceso y conservación ni mucho menos a los trabajadores de la cultura, entre otros aspectos específicos de Cultura.

Se hace oportuno desligarnos de turismo. Desde hace algunas campañas políticas, algunos candidatos han propuesto fusionar Cultura y Turismo, es decir, la figura de que nuestro sector pase a ser administrado por el Viceministerio de Turismo, lo que desaparecería la ya tan escasa calidad de la gestión pública de la cultura.

Si lo que enmarca el plan son las políticas sanitaria y económica, ¿por qué no se considera actividad económica la gestión de las artes y la cultura? ¿Acaso no está por demás demostrado que conocen a ciencia cierta su valor económico de venta, dado que lo explotan?

Es oportuno demostrarles cómo sí participamos en la dinámica de la economía nacional, no con las manidas e ineficaces cifras sobre cuánta gente va a un espectáculo, a una feria privada internacional de artes plásticas por lobby, cuántos libros de adorno venden las excluyentes librerías súper mercado, cuánto suman las ventas de entradas a cines y teatros de Miraflores, o a museos privados en Pueblo Libre, lo cual pertenece a la industria cultural de “economía naranja”.

Es oportuno recordarles cómo activamos la economía del bienestar: cómo cambian los ambientes cuando los niños tienen acceso a las artes y la cultura, a la lectura, al teatro, a la fotografía, a la producción audiovisual, a la música, a la danza, a la pintura y escultura, a las memorias y patrimonio de sus localidades y regiones, a expresarse en sus idiomas y a aprender otros, a sentir orgullo de su origen y no la vergüenza que nos hicieron creer que debíamos sentir. Cuánto benefician a la población y a su productividad las actividades de artes y acceso a la propia cultura, que ponen en un lugar fundamental el cuidado de la salud mental y física, porque las localidades invisibles tienen niños invisibles, familias invisibles, y artistas y gestores invisibles pero funcionales: sin cumplimiento del Estado, sin políticas culturales, sin programas ni proyectos municipales para estos asuntos, solo a partir de muchas iniciativas de trabajo autogestionario, sin ningún beneficio sanitario ni pensionario ni de infraestructura para quienes las crean y se atreven a llevarlas a cabo, ni para que más gente en el Perú conozca y ejerza, en sus tres ámbitos, lo que son sus derechos culturales.

Al menos el Ministerio de Cultura y el que debería ser un gran programa estatal, Puntos de Cultura, tienen que tener información. ¿Por qué nuestro ministerio está mudo y estático? Pues porque se está dedicando (mal) al patrimonio inmueble, ¿por qué? Porque no hay ley de suelos que lo proteja, así que, un par de veces al año y sin pandemias, se hacen aspavientos jurídicos de protección del patrimonio, y todos los trabajadores de la cultura de ese ámbito están obligados por el Estado a seguir arando sin arado.

Otro asunto es el proceso mismo de aprobación para retomar actividades por sector. Incluso se prefigura un cuello de botella (pág. 11), dado que cada sector socioeconómico deberá emitir una RM que deberá exponer “criterios específicos”, que, recién después de la RM, deberán generar protocolos; una empresa deberá presentar un plan de emergencia y, luego de aprobado, podrá operar. Encima, solo es para empresas. No hablemos de que las organizaciones culturales no suelen tener registro, lo que es un tema para otra ocasión, pero que debe ser atendido y resuelto con justicia y en función de la libertad de la forma de asociarse, que también es un derecho.


La página 13 es observable, también. Se trata de una ficha para que cada sector considerado "fundamental" por el Estado pueda aplicar a la aprobación de reactivación de operaciones. Es interesante que, en esa ficha, nuevamente dentro de Turismo, se señala esta actividad: “Exportaciones de servicios de conocimiento”. ¿Qué es exportar servicios de conocimiento? ¿Se referirá a museos y centros de interpretación? ¿Será para carreras relacionadas con hotelería y turismo? Misterios de "gestores de negocios" sin gestores públicos y, menos, estadistas.
Si se planea reactivar la economía en este contexto excepcional, ¿cómo se obvia que la situación obliga de manera neurálgica a la mejora y capacitación en procesos de transformación digital pública? Esto serviría no solo para que los trabajadores de la cultura, que no van a poder trabajar presencialmente, puedan hacerlo. Beneficiaría a los trabajadores en general, a las familias, a los estudiantes, a todos.

El objetivo de este plan parece ser atender las demandas de empresarios turísticos que se benefician de la “marca Perú” --marca privada de inversión pública que parasita del patrimonio cultural--, y el público objetivo de este plan, es el consumidor con poder adquisitivo de ese sector, aquel del refrigerador lleno y que reclama su derecho al delivery para poder ser "responsable" y no contagiarse, no como el setentaytantos por ciento del país, "que se contagia porque quiere".

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