Copio parte de una entrevista que me hizo un tesista hace unas semanas y que creo que puede serles útil para comprender el sentido de los Derechos Culturales:
Entrevista para tesis de maestría
Jorge Luis Flores Paredes, Abogado
23 de junio del 2019
¿Cree usted que el apoyo del Estado es necesario para que usted realice
sus actividades de gestión cultural? ¿Desarrollaría estas prácticas aun sin el
apoyo del Estado?
El deber del Estado, constitucionalmente, no es apoyar sino defender,
propiciar, reconocer, proteger el ejercicio de nuestros derechos y generar las
condiciones para que estos sean ejercidos; para eso delegamos gobiernos y
tributamos para ese Estado. Si decimos que “el Estado apoya”, lo estamos viendo
poco menos que como a cualquier ONG y a nuestros tributos como donaciones
voluntarias.
Sin el Estado ya muchos gestores culturales hacemos muchísimo
desde hace años, pero nuestro límite está en que nosotros no tenemos el poder
de alcance que tiene este, poder que facilitaría condiciones de factibilidad y
sostenibilidad de programas y proyectos, así que lo que se necesita es que
cumpla con sus obligaciones, porque hay personas y comunidades en las que se
necesita hacer todo y nosotros, así tengamos la mejor de las ideas, la mayor de
las voluntades, la mejor campaña autogestionada e, incluso, disfrutemos de esta
vocación, no vamos a poder llegar, nos demoraremos décadas, con suerte. Y esta
tampoco es una obligación que se le tenga porqué endilgar al sector privado,
pues su fin justo es el lucro reglamentario (hago hincapié dado que nuestra
realidad es de lucro irregular). En cambio el Estado sí tiene el poder y
mandato de llegar. La situación solo de Lima metropolitana, que es al mismo
tiempo centro y abandono, es terrible: Lima, que es una ciudad rica en toda una
gama fabulosa de sentidos, es también una ciudad profundamente incomunicada por
ser discriminatoria, amnésica e idiosincráticamente virreinal: maltrata a sus
habitantes.
Los gestores seguiremos haciendo, pero un Estado funcional a la
Nación es indispensable, mucho más si somos conscientes de que no hay una
nación sino varias naciones aisladas que no se identifican significativamente
entre sí como que conforman un mismo país. Entonces digamos que mi gestión
cultural, que se sostiene en la promoción de derechos culturales tomando como
objeto de materialización de estos derechos el patrimonio cultural inmueble,
apunta a la concientización de la sociedad civil y por supuesto que al buen
funcionamiento del sector cultural estatal.
¿Considera que estas prácticas le permiten a usted ejercer sus derechos
culturales? ¿En qué medida considera que ayuda a ejercer sus derechos
culturales a otros?
Ejerzo mis derechos culturales porque tuve la suerte de ser criada libre
pero también porque hoy soy consciente de ellos: uso mi idioma libremente,
nadie me dice que no lo hable porque no sirva, y eso último sí es el caso de
demasiados grupos de peruanos; puedo crear, produzco arte, es mío y nadie se lo
debe apropiar, así como yo no debo usar el patrimonio de otros en mi beneficio
particular; sé que puedo acceder a mi historia, a la de mi comunidad y al valor
integral de los bienes materiales e inmateriales que mi comunidad ha producido,
o sea, a la cultura y a la memoria, y quizá un largo etcétera, pero, ¿y los
demás? Eso me interesa. Y los demás. Hay personas tanto muy jóvenes como
también muy mayores a las que les explico qué es todo esto y el enganche es
casi inmediato: el derecho a la cultura es el derecho a saberse y reconocerse
entre lo que recuerda y crea, con lo que se identifica y distingue, para poder
ser tanto individuo como parte de una comunidad que tienen, ambos, que poder
proyectarse a futuro. La cultura es eso que vienen ideando y creando los seres
humanos desde siempre para poder vivir y convivir (y para ponerse encima de
otros, también a veces, pero esa es otra historia).//
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