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Lima de aniversario: gente y patrimonio

Derechos culturales y patrimonio inmueble en Lima, rumbo al Bicentenario de la Independencia

Cotidianidad en Lima

Patio circular del virreinal convento de Santo Tomás de la Santísima Trinidad en Barrios Altos.


Desde hace algunos años intento ver y entender a fondo la dinámica del Cercado de Lima de la manera más humana e integral, con sus hábitos y discursos, pues la finalidad es contribuir con el desarrollo, y así es que me dedico a promover los derechos culturales teniendo como ejes a la gente y su relación con el patrimonio inmueble.

Explotación laboral y patrimonio cultural en Barrios Altos.


La idea es sensibilizarnos entre pobladores alrededor de que la conservación de estos bienes nuestros, con nuestra participación activa y con conocimiento de causa, sería funcional a mejorar nuestra calidad de vida, con memoria, cultura y futuro. Este último es, digamos, el slogan de este trabajo voluntario. Y siempre, en cada oportunidad que se presenta, comienzo por la importancia de nuestros derechos.

Ver que gente de cualquier edad, condición o estado se ilumina al conocerlos, es lo más inspirador para seguir promoviéndolos. Pero no se trata de imponer la propia idea, lo que es ciertamente difícil, sino de motivar la participación ciudadana.

Los derechos culturales fueron ratificados por el Perú como Estado Parte de la Unesco hace cuarenta años, están presentes en la Constitución del 93 –sin ser expresos- desde el Título I en lo concerniente a persona y sociedad, y en el artículo 21 para el caso de la gestión del patrimonio, y se tiene la Ley General de Patrimonio Cultural derivada de ese artículo.

Sin embargo, solo muy recientemente, y solo entre algunos docentes superiores y gestores culturales, es que algo se conoce de ellos, aunque es cierto que se intenta ejercerlos intuitivamente, por necesidad, con muchísima voluntad, vocación y tiempo, al parecer sin saber que todo lo que se está haciendo se sostiene en ellos, derechos humanos.

Lima es una metrópoli de una riqueza cultural incalculable: cada localidad tiene una forma de convivir y relacionarse, un lenguaje especial, suelos con cualidades únicas, bienes inmuebles culturales con diversos valores, orígenes y distintas procedencias de concepción.

La población de Lima posee registros urbanos cargados de mensajes, memorias, ideas, tecnologías, eventos y sucesos, y prácticas cotidianas y cíclicas que pueden cohesionar como dividir. Lima hoy es más un archipiélago de alegrías súbitas, carencias profundas y conflictos constantes como su millonario número de multiculturales habitantes; tiene paradojas, pocas intersecciones y varios fundamentalismos.

Lima es una metrópoli hiperbólica y todavía de impronta virreinal (no “colonial”, pues uno de nuestros principales distintivos es nuestro vivo virreinalismo, es decir, el orgullo de haber sido cabeza de otras colonias e, individualmente, esto se manifiesta cuando le toca ser a uno, más autoridad que el otro, más por convencionalismo que por mérito).

Y es precisamente esa vigente pero ya anacrónica y atomizante conducta individuo-sociedad virreinal la que ha estimulado en algunas personas, profesionales o no, la necesidad de ejercer y promover ciertos derechos humanos consecutivos a los más materiales (vida, salud, educación), a fin de motivar el encuentro al interior o entre poblaciones desde la autoaceptación al reconocimiento del otro, y estos son los derechos culturales: el derecho de acceso a la cultura, de conservación de la memoria, y al desarrollo de industrias culturales.

Si lo vemos con atención, los derechos culturales sencillamente son una forma más específica del derecho a la información y expresión: el origen, el intercambio, el diálogo, el conocimiento, la vida pública, la creación. Entonces, los derechos culturales sirven de base para que las personas y los pueblos puedan acceder por igual a sus derechos fundamentales como a los civiles, económicos, sociales y políticos. Y tenemos que tener más presente que Lima no solo es multicultural sino que se habla aquí distintos idiomas nativos del Perú.

Vale dejar en claro que promover el ejercicio de los derechos culturales poniendo como foco el desafío al virreinalismo, no propone que se elimine de ninguna manera objetos del patrimonio material inmueble de nuestra memoria colonial, puesto que se estaría fallando por olvidar lo que precisamente nos empujó a la Independencia, sino que apuesta por que, más bien, se vaya abandonando discursos, usos y tradiciones ya menos compatibles con el desarrollo sostenible, aquellos que dificultan el diálogo intercultural, el afianzamiento de una identidad más integradora y favorable, y el planeamiento en comunidad, como son el racismo, el clasismo, la desigualdad de género y la explotación del otro.

Son estos cuatro defectos sociales mencionados al finalizar el párrafo anterior los que se traducen en la precariedad de la vida en la arquitectura antigua en Lima.

El discurso actual de conservación del patrimonio transmite, involuntariamente, una carga poderosamente esteticista (probablemente al amparo de que esto es lo más perceptible al sentido de la vista) y clasista (que el patrimonio no es de todos sino de los “cultos”), lo cual hace que se distancie la memoria que guarda el objeto de toda una gama de cualidades más valiosas para sus poseedores (la población), lo que conlleva a que no todos tengan acceso a la cultura ni a la memoria.

Si se transmite el patrimonio inmueble como cosa bella, cuestión que es comprensiblemente humana, pero por ello mismo subjetiva, comprobaremos que las subjetividades en este caso no han tendido puentes, sino que levantan muros: si cuidamos algo por bello querremos extraerle aquello no-bello que no permite su existencia que, en Lima, lamentablemente, es la gente que está fuera de los cánones de belleza social: la persona no oriunda de Lima (siendo un dato oculto que Lima es una ciudad habitada con miles de años de continuidad y tránsito históricos), que es pobre, que vive con muy baja calidad y con centenas de otras personas con condiciones precarias similares a la suya en algún edificio histórico derruido que no puede mantener, y que tiene actividades laborales o de ocio “impropias” (o lo parece).

En el caso del sector público, el discurso a lo sumo descansa en valores aun muy abstractos, verbalizados de modo confuso ante el imaginario poblacional; suelen comunicarse valores arquitectónicos, estilísticos, artísticos; no se tiene por relevante el hecho de transmitir con asertividad al común de la población el valor de tecnologías constructivas antiguas, las cuales perfectamente podrían contribuir con su conservación a habitar el territorio de modo más amable con el suelo y, por lo tanto, más seguro; no se marca valores históricos (eventos) en los monumentos de manera clara y concreta, no se imparte adecuadamente en los colegios básicos la historia enlazada con el objeto cultural en la ciudad.

Y hay que tener presente, para promover los derechos culturales e instrumentalizarlos, que en un país hay tres niveles de historia: la historia local, la regional y la nacional.

Entonces, si tenemos discursos superficiales o tergiversables será infructuoso que la mayoría de la población ejerza sus derechos de acceso a la cultura, a la conservación de la memoria y al desarrollo de la creatividad o de las industrias culturales: que nos veamos y sintamos como iguales.

Con participación, transparencia, con demarcación y declaración de patrimonio inmueble, respetando la presunción constitucional, con saneamiento legal, con gestiones para puestas en valor y en uso social, con gestión de riesgos y desastres aplicados a estos bienes en el contexto de cambio climático, con distintivos o placas sencillas en monumentos y en zonas históricas, con exposición abierta de valores patrimoniales establecidos previamente entre especialistas en conjunto con la población, con un lenguaje receptivo, claro e inclusivo, la gente podrá saber que puede ejercer su derecho a la información histórica y al intercambio para una vida colectiva armónica.

Nombrar, promover, ejercer y hacer más sensible el significado de los derechos culturales es poder recordar en sociedad para crear vías de evolución en sociedad, y los edificios históricos, sean de pre o postconquista, son documentos vivos que nos sirven para referenciar materialmente los recuerdos que nos pertenecen a todos, sin excluir a nadie: en dónde estuvimos y en dónde estamos, qué fuimos, qué somos, quiénes faltan y a dónde queremos llegar juntos, en Lima, de aquí al Bicentenario.



*Este artículo fue publicado de forma digital por la Unesco Lima en el marco del aniversario 484 de la fundación española de Lima: http://bit.ly/2T8MmuG

Comentarios

  1. Lima será mejor gestionada a través de tres regiones: http://profemaravi.blogspot.com.es/2012/08/lima-en-3-de-las-5-macroregiones-del.html Este planteamiento deberá ser considerado por los directivos del Instituto Metropolitano de Planificación quienes se encuentran preparando su propuesta para el Plan Regional Lima (Plam Lima y Callao 2025).

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