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¿Para qué Gestión Cultural?




El 15 de mayo, en su página de Facebook, el colectivo‪#‎LimaQuiereCultura‬ emitió una afirmación al compartir una nota de Perú21 (“Elecciones 2016: Estas son las propuestas de PPK y Fuerza Popular sobre cultura”): “Un análisis del plan de Fujimori demuestra que se confunden las funciones del Ministerio de Cultura con Educación y con Comercio Exterior y Turismo. Este gobierno significaría un retroceso de lo poco avanzado”.
Entonces me pregunto (aunque lo vengo cavilando hace un montón de tiempo y ahora tengo oportunidad de darle alguna forma gracias a la afirmación de ese colectivo ciudadano):
¿Por qué se confunden las funciones del Ministerio de Cultura con Educación y con Comercio Exterior y Turismo?
Se confunden con Educación porque:
1. el INC, cuando existía, dependía del Ministerio de Educación, y mucha gente ligada al sector cultural o no, hasta ahora se equivoca al mencionarlo en vez de mencionar al actual Ministerio de Cultura, que es en lo que se transformó el INC desde el 2010.
2. La gestión de la cultura ya no depende del sector educativo pero la labor de difusión del Ministerio de Cultura es tan limitada (presupuestal o intencionalmente) que algo primordial que no transmite es que no es un ente educativo sino responsable de impulsar políticas públicas que fomenten el ejercicio de los Derechos Culturales (me gustaría tener una estadística de cuántos habitantes del Perú saben de la existencia de estos derechos, pero por mi experiencia podría asegurar que no llegamos ni al medio por ciento).
3. Posiblemente el Ministerio de Cultura instrumentaliza algo de los Derechos Culturales en sus publicaciones, iniciativas y eventos, pero no indica en qué derechos enmarca sus publicaciones, iniciativas ni eventos. Es decir, por ejemplo, tiene un programa de formación de públicos desde el Gran Teatro Nacional, pero ¿para qué pretenderían “formar públicos”? Eso lo sabe un experto, pero no lo interpreta ni un docente escolar ni un escolar ni un padre de familia. La respuesta podría ser “para tener acceso a la cultura” (el Acceso a la Cultura es uno de los Derechos Culturales). Entonces, ¿ir al teatro es tener acceso a la cultura? Más o menos. En realidad ir al teatro sería más cercano a tener acceso a la producción artística de las Industrias Culturales (el desarrollo de Industrias Culturales es otro Derecho Cultural).
4. Como en realidad la mitad de la población (IPSOS, 2012) opina que la educación es mala, si puede pedir algo es eso (educación, puesto que a cada problema nacional, regional o local le endilgamos –justamente- la causa a su deficiencia y la solución a su mejora), y la cultura hasta hace seis años estaba en el paquete del Ministerio de Educación. O sea que la relación es natural para una población con escaso acceso a la información, y mucho menos información transparente desde sus propias instituciones gubernamentales.
5. Cuando un habitante del Perú ve un problema y opina sobre este, siempre confía la solución a la educación. Cuando hay problemas de patrimonio cultural (atentados, demoliciones, pintas, siniestros) el reclamo del nacional siempre concluye en que “falta educación”, es decir, por defecto, en el imaginario poblacional, sería responsabilidad ese sector.
Se confunden con Comercio Exterior y Turismo porque:
1. el trabajo mayor lo ha asumido ese ministerio y PromPerú, los cuales han encontrado en nuestras expresiones culturales (tradiciones y costumbres o patrimonio cultural inmaterial, y sitios, edificaciones y objetos prehispánicos, virreinales y republicanos, es decir, patrimonio cultural material mueble o inmueble) productos primarios explotables y vendibles al extranjero con la finalidad de desarrollar un mercado comercial que genere divisas en el interior (como el canon minero que en las localidades que lo tendrían más alto son las más pobres y con conflictos sociales [Economía y Sociedad 65, CIES, octubre 2007]): Marca Perú. Y no es relevante si a partir de estos negocios, lo que simboliza o debería simbolizar para los habitantes del Perú su patrimonio cultural inmaterial o material, es tergiversado o distorsionado o alterado para ser más vendible. El mérito de que haya más industria hotelera y de turismo, pero también la peligrosa gentrificación, es del Ministerio de Comercio Exterior y Turismo, no del Ministerio de Cultura.
2. Si el Ministerio de Cultura invierte solo o en combinación con alguna fundación de alguna gran empresa en poner en valor un sitio patrimonial, básicamente será para que el Ministerio de Comercio Exterior y Turismo lo comercialice hacia poblaciones del extranjero con mayor poder adquisitivo. Y la propaganda será de PromPerú y la Marca Perú con sus videos místicos y jolivudenses (repletos de los logos comerciales, parafernalia, tomas dramáticas y nirvánicas y fanfarrias solemnes que nos aturden a los que vivimos en el Perú y a los peruanos en el exterior que, ciertamente, ahora sí vale mencionarlo, somos víctimas de la indolencia de un sistema educativo extremadamente dañado, reduccionista y simplificado en el cual, el que reflexiona críticamente lo hace porque tuvo suerte). El Ministerio de Cultura vendría a ser como el cocinero anónimo de un gran empresario gastronómico, o sea el Ministerio de Comercio Exterior. Y ojo que ese cocinero cocina bien pero tiene cucarachitas en la cocina y de vez en cuando, en lugar de lavar los cubiertos los lame y usa otra vez (y no me refiero en ninguna de las dos posiciones a la ministra, que más bien vendría a ser el maître).
3. Entre el Ministerio de Cultura y el Ministerio de Comercio Exterior y Turismo, el que tiene mayor fuerza e interés comunicacional es el segundo. Si uno busca en el canal en YouTube del Ministerio de Cultura y se fija en los “vistos” (en promedio 100) se dará cuenta de que pareciera no importarles difundir su trabajo. Quizá no viralizan porque saben que solo el 50% de la población urbana tiene acceso a Internet y solo el 16% lo usa regularmente (GFK, 19/5/2015). Sin embargo esa no es una debilidad para el Ministerio de Comercio Exterior y Turismo: porque no están dirigidos a la población nacional pero exportan cultura: comida y tradiciones. Y si se relaciona cultura con comida (lo cual es totalmente cierto), algo vital que lleva por delante un logo constantemente en todos los medios de comunicación tradicionales (canales de televisión, prensa y radio), pues se plasma que quien gestiona la cultura es Comercio Exterior y Turismo.
Entonces para políticos y público en general, ¿qué sería cultura?: Educación, Comercio Exterior y Turismo.
¿Y quiénes deberían encargarse de hacer saber a la población que Cultura no es Educación, Comercio Exterior y Turismo? Los gestores culturales. ¿Cuántos gestores culturales habemos ya en ejercicio en el país? ¿Cuántos hemos comprendido qué es cultura, para qué sirve gestionarla, qué podemos gestionar y, sobre todo, que trabajamos en función de Derechos Culturales?
La siguiente es una hipótesis, pero no creo equivocarme si digo que los gestores culturales más activos y productivos son los relacionados con el Derecho a Industrias Culturales: artistas. Y entonces hablamos de arte, ya no de cultura propiamente. El arte es parte de la cultura, no es la cultura; arte y cultura no son sinónimos. Pero como cuesta extirpar esa concepción de arte = cultura entre gente que no sabe que los Derechos Culturales existen y rigen, la gestión cultural sencillamente es gestión de arte: “¿cómo hago mi proyecto para exponer, para conseguir financiamiento para un proyecto artístico, para llevar mi arte a otro lugar?” La pregunta que sí es terrible y sumamente grave es: “¿cómo hago para ‘llevar cultura’?”.
La cultura no se lleva: se comparte, se intercambia, se mezcla (o en la peor de las circunstancias se rechaza). Puede un artista llevar arte, pero si “lleva cultura” simplemente sin querer -o queriendo- está colonizando: lo que equivale a “civilizar” gente con un supuesto menor sentido ético/estético.
La cuestión es que son los artistas gestores culturales los que han llevado la bandera de la gestión de la cultura, y lo han hecho fantásticamente bien porque el arte lo que sí lleva es libertad, que es el derecho madre.
Otra pata coja de nuestra aun nueva gestión cultural es la que producen las populares argollas: “estoy con el grupito de voces autorizadas de ‘la cultura’ (en realidad el arte)”. Casi nunca hablan públicamente de Derechos Culturales explícitamente, pero por ahí que los mencionan, y eso confunde; es un discurso con demasiados vacíos para una población que elije entre comer o comprar un televisor. Y los Derechos Culturales están entre esas dos necesidades: estirando las manos para hacerse ver, anunciándose respetuosamente y pasando desapercibidos entre figuras corpulentas (o infladas), demasiado altas y con voces bastante fuertes que repiten y repiten lo mismo entre las que tienen la misma altura todo el tiempo.
Es cierto y me consta: es sumamente difícil instrumentalizar algo tan abstracto e invisible entre necesidades básicas y necesidades secundarias. Eso lo comprobamos hace un par de años un grupo de interesados en el reconocimiento de nuestros Derechos Culturales. Inicialmente fuimos alrededor de veinte personas, pero es difícil entender para qué haríamos eso y lograr continuidad en medio de una labor espontánea y voluntaria, además de agotadoramente intelectual y conceptual. El objetivo más fuerte fue el de motivar la defensa del Patrimonio Cultural Inmueble, que estaría cobijado por el Derecho a la Conservación de la Memoria. Y el ejercicio efectivo para que ese derecho pueda ser ejercido depende del de Acceso a la Cultura, que una de las mejores vías que puede transitar es la del derecho a las Industrias Culturales, es decir, a través del arte. Pero nosotros, salvo Rebeca Ráez que es actriz y gestora cultural, no éramos un conjunto de artistas. Ni siquiera éramos todos gestores culturales. Éramos un grupo multidisciplinario, entonces, en las últimas reuniones en que ya participamos solo cuatro personas, Alberto Paz de la Vega, sociólogo, exdirector de la Dirección Regional de Cultura del Callao, dio la clave: instrumentalización.
¿Con qué discurso no colonizador llegamos a la población?, ¿cómo explicamos instrumentalizadamente que tenemos derecho a ejercer nuestros Derechos Culturales sin todo el floro (como el de este artículo –lamentablemente- solo para “especialistas”)?
Necesitamos que los artistas gestores culturales apoyen interiorizando lo que son los Derechos Culturales para que esclarezcan y fortalezcan discurso y voz, y lo mismo debemos hacer los otros gestores culturales.

Necesitamos hacer entender que Cultura no es Educación ni es Comercio Exterior y Turismo; que Cultura es el encargado de hacer valer nuestros Derechos Culturales con Políticas Públicas que sirvan para conservar nuestra memoria, para poder acceder a ella, y para poder producir y llevar arte.


Y tanto o más importante que lo anterior: Necesitamos romper argollas y unirnos.
A pesar de las elecciones en nuestro país, el desarrollo sostenible del Perú, de sus diversas poblaciones, de los poseedores y productores de todas nuestras diversas culturas depende de que nos unamos y que sepamos por qué estamos en este sector.
Anahí Vásquez de Velasco
Gestora Cultural
15/05/2016

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