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VIDA COTIDIANA, por Carlos Campos Serna (Escritor mexicano)


VIDA COTIDIANA
Carlos Campos Serna (México)


El despertador sonó a las 6:30 de la mañana. La pareja no quería levantarse porque había llegado a casa de madrugada. Uno de ellos era actor y esa noche había participado en una obra de teatro llamada “La Tregua”. Él interpretaba el drama de Jaime. Antes de eso, su padre se había enterado ya, de su “no gusto por las mujeres” y, aunque había sido su preferido, tuvo que abandonar totalmente a su familia por los prejuicios de sus hermanos y el odio de su padre hacia los homosexuales.

Cuando la obra terminó, el auditorio quedó en silencio por una fracción de segundo, hasta que la primera persona, erguida, empezó a aplaudir fuertemente. Entonces, uno por uno fueron poniéndose de pie mientras aplaudían. Tuvieron que salir más de tres veces al escenario para agradecer por tan calurosa ovación. En consecuencia, la obra resultó un gran éxito desde su primera presentación hasta la última, en que los reconocieron con una placa recordatoria por las doscientas presentaciones en escena. Después de la primera actuación, naturalmente, hubo un brindis. Y esa noche, él no pudo festejar inmediatamente su triunfo con su pareja, pues muchos de los invitados querían sacarse una foto con él.  Su actuación había sido magistral y natural, así que varios medios de comunicación querían entrevistarlo.

Luego de algunas horas el salón se fue vaciando lentamente. Fue entonces que se acercó coqueteando a su pareja con dos copas de vino, como para disculparse de haberla abandonado todo ese tiempo. El grupo de actores y sus acompañantes fueron los últimos en salir del lugar. Ellos se dirigieron a su carro: un vochito que compraron en colores blanco y verde. Como no querían que les hicieran la señal de parada de taxi, lo pintaron de rosa. Cuando sus dos pequeños hijos adoptivos vieron el auto, se rieron a carcajadas, pues sólo a ellos se les hubiera ocurrido ponerle ese color.  “La pantera rosa”, como lo habían bautizado los pequeños, esa noche, no quiso arrancar, así que lo dejaron en el estacionamiento del teatro (y no expuesto en la calle para que los dueños de lo ajeno no se lo llevaran, pues era uno de los autos preferidos en el mercado negro de autopartes).

Ya en el taxi, cuando regresaban a casa, uno de ellos bostezó con fastidio porque todavía era jueves y quedaban solo tres horas para levantar a los niños y prepararles el desayuno y la lonchera con que siempre los enviaban a la escuela para evitar que comieran la comida chatarra que vendían en los puestos ambulantes que se encontraban afuera del colegio…

- No te preocupes, que mañana te voy ayudar con los niños porque tengo que llevar el auto al mecánico y de paso los llevo a la escuela.

- Pero, tú también debes estar cansado después de haber puesto toda tu energía en la actuación de hoy. Deja lo de reparar el auto para el sábado.

- Lo quiero llevar mañana para que el fin de semana esté listo. El sábado tenemos que dejar a Pepito en la escuela de fútbol y la Panchita tiene ballet en la academia que está al otro lado de la ciudad.

- Yo creo que si ellos faltan, no pasa nada. Hasta nos podemos ahorrar la cuota de la academia y con eso puedes pagar la mano de obra en la reparación del auto.

- Ya sé que tú preferirías que los niños se la pasaran viendo la tele todo el día.

- Esta vez no es eso sino que estoy pensando en ti, pues en los últimos días no has dormido bien por andar preocupado con la presentación de la obra de teatro… pero, continuando con el tema de la tele, yo creo que si controlamos los programas que ellos ven, pueden también aprender, pero como te crees el intelectual de la casa, quieres que ellos sean como tú...

- ¿Sabes qué? esta vez no quiero discutir sobre la educación de nuestros hijos. Hoy sólo quiero festejar contigo el éxito que tuvo la obra sobre la cama; después podremos dormir como angelitos hasta que despertemos a nuestros diablitos.

- ¿Entonces, mañana los llevas tú a la escuela? Entonces, por favor, tienes que prepararles la lonchera, pues a ti no te importa si comen palomitas y toman Coca-Cola.

- Ya lo sé, Charlie.

Finalmente, los dos se quedaron callados al escuchar la letra de una canción que estaba sonando en la radio: "Cada loco con su tema, contra gusto no hay disgusto…" Al término de ésta se miraron y solamente sonrieron...

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