Ir al contenido principal

Atentados contra el Patrimonio de todo tipo

Otrora admirada C:

Al grano: ¿tienes tan poca fe en tu intelecto, en tus principios, en tu capacidad, en tu gente, en tus maestros, en tu experiencia y convocatoria, que tienes que encomendarnos a Dios, como si fueras una especie de sacerdotisa? ¿Crees que estás en el siglo XIII? Yo creo en Dios y Él lo sabe; si otros tuvieran que saberlo o si quisiera hablar de Él constantemente, tal vez yo sería monja o estaría de monaguilla como mínimo, pero esta es una cuestión de hombres, de peruanos y no de clérigos ni laicos, pues hasta ellos -y es de temer- prefieren un elefante cúbico y ya no sus templos de antaño, esos que nos daban una parte de nuestra identidad. (La iglesia de Luren, la de San Juan Grande y la de Coayllo, por ejemplo, pero hay muchísimos más y los conoces. Has permitido que la de Coayllo se vaya cayendo lentamente, de a poquitos, y hoy quedan escombros de un edificio increíble, repleto de forados enormes hechos por contables garúas y mucho viento, en un valle agrícola muy rico). Adelante: sigue sobando la llaga con una bolita de terciopelo.
Requinto, porque no sé a dónde quedaron tus ideales y principios de cabal ser humano, que han sido reemplazados por un desdén vergonzoso y pura palabrería resignada, derrotista, evangelizadora y espiritual que no sirve -en este caso- para nada. Principios, ideales y afanes que conocen quienes te han conocido y que hoy ya no te reconocen; se avergüenzan de ti con sorpresa e incredulidad.

Tus palabras y emprendimientos vanos, no ayudan a decirnos quiénes somos ni cómo preservar nuestros tesoros; tesoros intangibles, invisibles algunos, pero que podrían ser sensibles y conservables con tu ayuda, con tu fe en ti misma y en el poder que se te ha otorgado. Ya no digo que nos reafirmemos como lo que somos, porque gracias a ti, no sabemos qué reafirmar: qué identidad reafirmar. Hay que empezar todo de nuevo. Gracias. Gran tarea para otro pobre inicialmente mártir de la cultura peruana y futuro corrupto de lo mismo.

El gobierno dinero tiene. Pero ya no tenemos mentes ni ganas, porque eso lo compra la plata y lo guarda en un sótano oscuro de algún ministerio que también se desmorona. Con toda la plata te compraste una imagen que se está achicharrando en una gran fogata que atizas con el vaho de tu voz, cada vez que se te oye hablar sobre nuestra identidad -que no tenemos ni reconocemos ni aceptamos ni asumimos, porque no has apoyado en Nada-.

Mientras tú estás en tu oficina bonita, con aire acondicionado, agüita fresca y -de hecho- cafecito, el Perú se cae a pedazos, el Perú verdadero y antiguo con su maravillosa memoria, en tus manos.

Tú permites que jóvenes hábiles, estudiosos, apasionados y ganozos, se conviertan en burócratas de la cultura, en ordinarios ponesellos y autoridades de transacciones comerciales sacavuelteras; transacciones con nuestro patrimonio, o sea: Nuestra Identidad. (Barranco y Macchu Picchu, por ejemplo, pero abundan otros más).

Algunos incorruptibles , por ahora, se sorprenden y se dejan atar sin más solución de pies, corazón, mente y manos, por tu institución que no existe, pero que cuánto daño hace.

Quienes te conocieron se sorprenden, cierran los ojos para no ver y no tener que creer en eso en que te has convertido y en cuanto has apoyado para la desaparición del peruano.

El limeño, el cusqueño, el puneño y casi todos, ya no existen y tú en esencia: tampoco; pero qué pena que sí se sepa de tu presencia inútil.

Nuestro país se ha convertido en una vulgar "polilla" (no se me ocurre una palabra más elegante) que fácilmente, únicamente intenta ponerse "bonita" para poder venderse mejor. Y esta "polilla" se hace cirugías invasivas, liposucciones escandalosas y peelings por montones; se pinta el pelo a diario y de rojo lascivo la boca de lobo que tiene; se adorna, se saca de aquí y se pone por allá, para terminar como un monstruo artificial, feo y sin nombre: el nuevo Perú con sus nuevos peruanos. Vamos a terminar siendo iguales a los estadounidenses que aniquilaron al pueblo original junto a todos sus tesoros materiales e inmateriales e historia.

Recuerda que tus predecesores han pasado ya por eso y se han enronchado; sin embargo, no tomaste la experiencia ajena y te dejaste corromper por la novedad vieja: la plata, la plata, el poder fútil y la comodidad; el titulazo y nada más.

¿Qué pasó con tus ideales, C? ¿Los encomendaste también? -"¡Que Dios nos ampare!"- frase penosa, inolvidable y célebre de uno de tantos, que: ¿también harás tuya?
.

Comentarios