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Patrimonio Cultural Inmueble: Belleza

Edificio patrimonial incendiado en la Plaza Dos de Mayo. Lima, setiembre del 2014.
Ya he tratado de exponer públicamente mi contraposición a la relación imperante "patrimonio cultural-belleza", la cual es difícil de resignificar. Pero no imposible.
 
He leído algunos libros y discursos en los que basan, aparentemente, la conservación de inmuebles en la belleza física de un bien, y este discurso se da indistintamente hasta el día de hoy, siempre con una visión centralista por sobre todo el territorio nacional, centralismo que es bien conocido, hasta ahora indestructible y que influye en la galopante pérdida de patrimonio cultural de todas las épocas y en todo el Perú. Es decir, pérdida de memoria.

El último libro que estoy leyendo es el que ha editado hace pocos días el arquitecto Willey Ludeña publicado por Teodoro Elmore en 1876 (libro riquísimo), quien superpone la arquitectura griega y su armonía "superior" a cualquier otra. Esto debe de tener relación, seguramente, con que Elmore vivió en una época en la que muchos limeños tenían vergüenza (evidente en algunos casos o inadvertida en otros) de admitir su origen indígena (con sus expresiones incluso la arquitectónica) y estaban, primero, deslumbrados con lo que los colonizadores trajeron vestido de "progreso" y "superioridad" según su contexto de origen, y luego habituados. Y son sensibilidades vigentes (lo comprobamos día a día en la desigualdad, la pérdida de lenguas nativas, formas de vida y de trabajo con la tierra, y en la destrucción sistemática de patrimonio cultural inmueble y, por supuesto el patrimonio natural), sin embargo no es vigente la memoria histórica local ni mucho menos nacional consciente como ejercicio de salud colectiva.

Por eso es mi interés en la conservación del patrimonio cultural material inmueble, de cualquier período de la historia peruana: por razones de ética, no de estética.

Cuando me refiero a ética, hablo del valor del símbolo para una comunidad; valor como herramienta por considerar, por mejorar, por adaptar o acondicionar al presente para el futuro, o bien, como recurso obsoleto pero no inútil (obsoleto no es igual a inútil); como símbolo de idiosincrasias, procesos históricos y de momentos en las vidas de las poblaciones y personajes pasados y contemporáneos.

Cuando me refiero a estética, como lo leo en distintas personas cercanas a la defensa del patrimonio cultural inmueble, significaría la cosa conservable porque es bella en sí misma bajo alguna óptica de lo que sería armonioso solo superficialmente, según cánones que, por grupos, se han interiorizado más que creado e incluso racionalizado.

Para mí, por ejemplo, el edificio que hoy ocupa el Ministerio de Cultura, de estilo brutalista, debería ser declarado patrimonio cultural en algún momento de nuestra historia, tanto por su diseño, factura o creador, como por su hoy tenebrosa historia administrativa. Porque es útil como hito, tanto arquitectónico, holístico.

¿Por qué me parece que debería cambiarse la mirada sobre la dupla? Porque la mirada actual es colonial. Los cánones compiten jerárquicamente, y esto se nota, por ejemplo, cuando se habla de "alta cultura" y de "cultura popular", etc.

Debería tratar de desvincularse la relación superficial de "patrimonio material y belleza física" porque tiene muchísima más importancia su significado como objeto histórico, es decir una relación profunda de reconocimiento, aceptación y visión de futuro.

Pero hay otro tipo de belleza: la belleza de saberse comunidad en un entorno de convivencia saludable, un entorno vivo, con memoria y, por defecto, progresible en una urbe o por contacto con un edificio que significa algo más allá de sus elementos decorativos presentes (barroco) o ausentes (minimalista).

Y es difícil desvincular patrimonio y belleza, ahora, porque siendo multiculturales no solo como país, sino también globalmente, hemos empezado más sensiblemente, ya, a pensar en el "paisaje". Es decir ya no solo pensamos que un bien aislado es "bello" sino que el conjunto donde se ubica debería inspirar bienestar a la población que convive en ese conjunto particular. ¿Pero qué es bienestar de la población? Es moverse en un espacio que produce sensación de seguridad, libertad y confortabilidad.

Y si una población llega a la capacidad de moverse con seguridad, libertad y confortabilidad, nos daremos cuenta de que será porque los individuos que conforman esa población no desarrollan conflictos graves, porque son capaces de comunicarse oral, gestual o corporalmente, respetando el espacio del otro, sus pertenencias y propiedades.

Eso considero que es el vínculo patrimonio cultural y belleza. Convivencia armónica con una memoria consciente y con un objetivo real para el futuro.

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